La Creación
“En el principio (aunque no era realmente el principio, sino sólo un instante en esa esfera de la existencia que es por siempre), supe de un plan que mi Padre Celestial tenía para mí y mis hermanos espirituales. Siendo El mismo un Ser exaltado, perfecto y santo, nuestro amado Padre quería que nosotros tuviéramos la oportunidad de seguir Su camino. Su Primogénito, nuestro Hermano mayor, Jesús, iba a organizar un mundo en el cual pudiéramos vivir y progresar, y aprender a amar y a interesarnos sinceramente los unos por los otros. Sería una experiencia difícil, en un mundo de hombres imperfectos y leyes irrevocables, y debíamos decidir si deseábamos seguirlo a El.

“Así es que yo dije que sí, y me dispuse a esperar que me llegara el turno. “Jesús se dedicó a preparar un mundo para todos nosotros, los hijos del Padre. Y un día me alejé de aquel lugar que se me ha borrado de la memoria para venir aquí, a comenzar la etapa de mi vida en la tierra.
“En el vago fulgor de la infancia llegó el momento de reconocer la cosas hermosas: el aroma de los eucaliptos, los primeros encuentros con el mar, el sol y la arena, la llovizna destilando gotitas de agua sobre mi rostro, las abejas, las flores y los cipreses doblados por el viento.

“Y al crecer, el mundo se volvió más maravilloso; y en lo profundo de mi ser empecé a sentir la cálida y dulce emoción del amor terrenal.

“Jesús hizo la luz que cae suave y plateada en la noche y hace aparecer sombras de diversas formas en el viento; la luz, de un oro azulado y suave en los días de primavera; la luz que derrama sus colores de rojo, anaranjado y dorado para dispersar la obscuridad nocturna con el alba. Y tengo ojos para ver.
“Y El hizo que soplara el viento suavemente entre las hojas de los árboles, y que formara rizos plateados en el agua haciéndola cantar y brincar en su camino al mar; y pájaros que llenaran el aire matinal con sus alegres trinos. Y tengo oídos para oír.
“Y El hizo manos que se tocaran al sonido de las cálidas palabras ‘¿Cómo estás?’, ‘Déjame ayudarte’, ‘Te quiero’; y ojos para expresar sentimientos, para oír más allá de las palabras, para comprender, para descubrir.
“Y me dio un corazón que ve, oye y siente la tierra que El hizo, y que hace que dentro de mí el amor terrenal crezca hasta desbordarse. El me dio lágrimas para expresar el gozo.

“Y ustedes también tienen todo esto. Todo son dones, bendiciones que sobrepasan la imaginación.
“Y algún día, después que haya visto a Jesucristo otra vez y que mi Padre me haya dado la bienvenida al hogar celestial, espero poder comenzar a dirigir, con mi compañero, un mundo como éste. Y nuestros hijos volverán su rostro en la frescura de la mañana hacia los cielos de su planeta, con los ojos húmedos por lágrimas de amor humano, y dirán ‘Gracias, Padre’ “ (Ann Busath, “Creation”, Improvement Era, sept. de 1967, pág. 56)

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